Infracciones y transgresiones

Infractor de tránsito siendo sancionado. 

Apartado del texto Esquicias de Daniel Vega, en el libro colectivo Archipiélago. Clínica - arte del acontecimiento.

Resulta particularmente sospechoso el valor positivo que se le ha comenzado a asignar a la trasgresión; sobre todo desde los massmedia. Existe un look trasgresor. Una manera de vestirse, un modo de hablar. Y eso es lo paradójico: se instala un modelo de trasgresión. Esto es, alguien con look y modismo de trasgresor no es un trasgresor, pero aquel que no porta los códigos de la trasgresión podría llegar a serlo. Acaso habría que diferenciar la trasgresión de la infracción. La infracción tendría que ver con la violación de una regla en búsqueda de un beneficio personal, momentáneo y que no interpela ni altera el juego. La trasgresión por el contrario alteraría el propio juego, cuestionaría el modelo. La institución se ve conmovida y como tal es provocada a dar una respuesta.

Hay un tipo de trasgresión emparentada con la infracción y se confunde con ella. Es la trasgresión arbitraria que, si bien provoca lo instituido, no lo conmueve y estaría dentro de los límites imaginables. Rápidamente son recuperados por lo instituido y conforman las modas trasgresoras: Los que putean por televisión, los que hacen público lo íntimo en algunos programas o el rebelde adolescente.

La trasgresión creadora, por el contrario, se afirma en la ética de la desobediencia que se enfrenta cotidianamente con la ética de la connivencia (mirar para otro lado, no ver, no saber lo que ocurre, hacerse el desentendido). 

La trasgresión creadora es un tajo en el cielo de lo posible por donde penetra un rayo caótico de luz; la institución se conmueve y aunque se calle o se desaparezca al trasgresor, no puede ocultar ni acallar la herida producida. La propia visión de lo zurcido no dejará de alentar a nuevos puñaleros. El juga -no los juegos- tiene algo de esto.

Una historia: Una casa precaria estaba ardiendo. Dentro había dos niños de cuatro y cinco años. Estaban solos. Las puertas estaban cerradas. La gente desesperada intentaba romper la puerta para entrar. De pronto cuando ya el fuego hacía prácticamente imposible acercarse a la casa, vieron asombra dos como los niños arrojando una silla que cayó en la vereda rompían la ventana de un altillo y saltaban al árbol de la calle poniéndose a salvo. Cuando sorprendidos por la destreza y agilidad puesta en juego los vecinos le preguntaron a los niños cómo fue que lo hicieron, ellos respondieron: No estaba mamá para decirnos que no lo hagamos.

El juego como invención de otros mundos. En algún momento de la evolución de la especie el trabajo fue el juego del adulto que modificaba el mundo, modificándose. Hoy el juego queda relegado a otros espacios no productivos económicamente o el mismo adquiere valor de cambio y deviene otra mueca de la captura.

El arte como el tajo en el cielo de los significantes establecidos, el artista como el puñalero. Siempre hay una grieta. Mejor aún, la grieta la producimos cuando pasamos. Tal vez sea el inicio de un proceso. El sentir, el afectarse, iniciaría un proceso en el cual el pensar y el acto son parte. Se puede pensar y actuar en base a conceptos apropiados; no es otra cosa que hacerlos propios, incluir en la propia máquina esos conceptos de otros que tal vez hasta cambien de naturaleza, siendo la punta para la creación de otros nuevos.

Suely Rolnik, Nietzsche y el tango lo plantean: Sólo piensa profundo quien siente hondo. 

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