El ejercicio de la libertad


Por Cecilia Macarena Pelliza

La libertad se puede pensar, antes que como un estado de cosas, como una serie de acciones de apertura. Nietzsche en Más allá del Bien y del Mal dice que es necesario "darnos a nosotros mismos nuestras pruebas de que estamos destinados a la independencia y al mando; y hacer esto a tiempo". Ese darnos establece entonces la obligación de no eludir esas pruebas, antes bien propiciarlas, fabricarlas, porque lo que se está pensando acá, es justamente, la libertad como un ejercicio en el cual el hacer se impone. Pero no un hacer cualquiera, sino un hacer sobre uno mismo.


Fabricar deriva del vocablo latino 'faber', que significa artesano, obrero, artífice. La invitación es entonces a ser obrero, artífice de uno mismo. Michel Foucault en su curso en el Collège de France de 1982, La hermenéutica del sujeto, decide ahondar en las relaciones entre subjetividad y verdad a partir de otra noción, la de 'inquietud de sí mismo' (epimeleia heautou), que designa el “ocuparse” o 'preocuparse de sí', y se relaciona con una serie de prácticas y acciones que uno ejerce sobre sí mismo.

Foucault entenderá en este gobierno de sí, como lo llama en una de sus últimas obras, a las “prácticas meditadas y voluntarias mediante las cuales los hombres no sólo fijan reglas de conducta, sino que procuran transformarse a sí mismos, modificarse en su ser singular y hacer de su vida una obra”. El ejercicio de libertad, bajo esta mirada, tiene que ver con una obra que se impone también como imperativo ético. Sé el hombre que quieres ser, que te hace bien ser.
Puedo -"un fruto, y luego otro fruto", como dice Mahoma- degustar diversos tipos de existencia; constituir eso que sueño, primero en el orden del sueño, luego en el de la existencia física y concreta. Puedo deshacerme del hombre viejo y ensayar, bajo mi propio riesgo, una vida nueva en un mundo todavía no intentado por mí, y totalmente distinto. Peero lo que hay que ver es que cada una de esas tentativas es, en tanto que camino de existencia, un partido tomado absoluto, una opción metafísica definitiva. El ser así instaurado es totalmente, fundamentalmente lo que es, es decir de tal o cual modo. No se anda con subterfugios ante esta deidad, la exitencia; no se la engaña con palabras capciosas, enmascarando una opción no tomada. Ser, y no ser tal, no vale. Tállate en la estofa de existencia que quieras, pero hace falta tallar, y así haber elegido ser de seda o de sayal. (Sourian; 2009:2)
Las elecciones que se presentan en esta experimentación imponen desprendimientos, ya que la libertad se presenta también como un "no quedar adherido a ninguna persona: aunque sea la más amada, -toda persona es una cárcel, y también un rincón", plantea Nietzsche en la obra citada, renglones más abajo. Pero lejos de ser esto una apuesta al individualismo, es una apuesta tenaz a las relaciones, pero a todas aquellas que propicien aperturas. Si toda persona es también un rincón, lo es en la medida en que cada uno de nosotros lo es y encuentra en el otro un buen modo de arrinconarse, de encerrarse. En otras lineas Nietzsche advierte: "No quedar adherido a nuestro propio desasimiento, a aquella voluptuosa lejanía y extranjería del pájaro que huye cada vez más lejos hacia la altura a fin de ver cada vez más cosas por debajo de sí: peligro del que vuela". Ni adherirse a un individuo ni enamorarse del individuo que uno es, vendría a ser la máxima.

Ese párrafo Nietzsche lo termina de la siguiente manera: "Hay que saber reservarse, ésta es la más alta prueba de independencia". Lo que se reserva es para otro tiempo, para un tiempo por venir. La reserva de una habitación, de una entrada, o una reserva de aliemento, por ejemplo. Pero para Nietzsche el porvenir es lo actual y lo virtual jugando juntos. ¿Qué quiere decir esto? Que el porvenir, el futuro, ya está presente, plegado en sus múltiples posibilidades. Quizás sirva pensar entonces en la idea de una reserva natural. Esta no es sólo una reserva de lo que vendrá sino también a favor de un tiempo por venir, pronto a desplegarse, pero ya presente; las diversas formas de vida que habitan en ella y que son y serán posibles por ella ya habitan potencialmente ahí.

Esta vida, los recuerdos de sus tristezas, de sus alegrías, formaban un depósito igual a ese albumen que está alojado en el óvulo de las plantas y en el cual extrae su alimento para transformarse en semilla, en ese tiempo en el que aún se ignora que el embrión de una planta se desarrolla, el cual es sin embargo el lugar de fenómenos químicos y respiratorios secretos pero muy activos. (Proust, 1990: 206).
Reservarse entonces no es más que una tarea de selección y elección. Elegir es decir 'no' a otras posibilidades, es desprenderse de otros posibles y también de lo posible que ya estaba dado en función de un tiempo porvenir.
Cualquier cosa es un camino entre cantidades de camino. Por eso debes tener siempre presente que un camino es sólo un camino; si sientes que no debes seguirlo, no debes seguir en él bajo ninguna condición. Para tener esa claridad debes llevas una vida disciplinada. Sólo entonces sabrás que un camino es nada más un camino, y no hay afrenta, ni para ti ni para otros, en dejarlo si eso es lo que tu corazón te dice. Pero tu decisión de seguir en el camino o de dejarlo debe estar libre de miedo y de ambición. Te prevengo. Mira cada camino de cerca y con intención. Pruébalo tantas veces como consideres necesario. Luego hazte a ti mismo, y a ti solo, una pregunta. Es una pregunta que sólo se hace un hombre muy viejo. Mi benefactor me habló una vez de ella cuando yo era joven, y mi sangre era demasiado vigorosa para que yo la entienda. Ahora sí la entiendo. Te diré cuál es: ¿tiene corazón este camino? Si tiene, el camino es bueno; si no, de nada sirve. Ningún camino lleva a ninguna parte, pero uno tiene corazón y el otro no. Uno hace gozoso el viaje; mientras lo sigas, eres uno con él.El otro te hará maldecir tu vida. Uno te hace fuerte; el otro te debilita. (Castaneda, 1968:106)

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