Dioniso, el dios nietzscheano



Por Cecilia Macarena Pelliza

Dioniso es el dios griego de la viña y del vino, de la inspiración y del delirio, el éxtasis y la exuberancia, generador de danzas frenéticas y de fiesta divina. Toda la obra nietzcheana vuelve sobre él y lo toma como el dios por excelencia, la inspiración del súper hombre, la afirmación de la vida. Pero Dioniso no es cualquier dios, es un dios errante, extraño y ambiguo. En sus epifanías más memorables, es por partes iguales el extraño y el extranjero. Es el extranjero portador de extrañeza. Pero una extrañeza que se difunde por las vías del desconocimiento o más bien de no reconocimiento. ¿Cómo reconocer a un dios que no se reconoce?

Hijo de Zeus y su amante Sémele, lo que le costará el martirio desde su concepción. Hera, esposa Zeus molesta por el engaño convence a Sémele de que su marido era un simple mortal y no el dios con el que ella creía estar. Ante esto, Sémele, aun embarazada de Dioniso, le pidió repetidamente a Zeus que se mostrase en todo su esplendor. Zeus vencido por su insistencia accedió y cuando su figura empezó a iluminarse y a lanzar rayos, Sémele acabó fulminada por la más intensa de las luces. Zeus salvó al niño que aún permanecía en el vientre de su madre y lo introdujo en uno de sus muslos para llevar el embarazo a término.

Una vez nacido Dioniso del muslo de Zeus, lo dejó al resguardo de una familia en el bosque para protegerlo de la ira de Hera. Pero ahí lo encontraron los Titanes quienes temieron que el niño acabara por ocupar el puesto de su padre y a instancias de Hera lo asesinaron. Nada debía quedar de él. Su cuerpo fue masacrado, descuartizado, cocido, asado y comido por los Titanes.

Pero Atenea logró rescatar su corazón y se lo llevó a Zeus. Este lo ingirió y del dios emanó un nuevo Dioniso resucitado. Ya no le quedaba la parte humana heredada de su madre. Era completamente inmortal y su poder infinito, sin embargo, tuvo que pasar un tiempo hasta que pudo recuperarse y dejar de vagar sin rumbo, preso de la locura, por todo el tormento sufrido. Un día se encontró con la diosa Cibeles de Frigia, diosa de la Madre Tierra, una diosa de las cavernas y las montañas, de la fértil tierra, de murallas y fortalezas, de la Naturaleza y los animales, especialmente leones y abejas. Fue ella quien lo rescató de su trastorno e inició a Dioniso en su culto misterioso.

Dioniso a partir de ahí recorrerá el mundo y lo mirará siempre con ojos de extranjero. Será siempre el extranjero, el de afuera, el que engendra afueras. Será adorado por las ménades, mujeres de carácter excéntrico, salvaje, loco y falto de toda razón. Justamente, ménade significa delirante. También enloquecerá a las mujeres de Tebas que lo seguirán en un baile frenético hasta la montaña, incluso la madre del Rey Penteo que terminará por degollar a su propio hijo y exhibirlo en la plaza pública. En otro de sus viajes, convertirá en delfines a un grupo de marineros que lo llevó como rehén para ser vendido, creyendo que se trataba de un príncipe. Y en otro de sus viajes se enamorará.

La pareja del dios Dioniso fue la bella Ariadna, a quien Teseo abandonó en la isla de Naxos después de que la joven le ayudase a vencer al Minotauro. Naxos era uno de los lugares preferidos de Dioniso y en una de sus visitas encontró a Ariadna llorando desconsolada por la traición de su amado. Dioniso se enamoró de ella, la consoló y la convirtió en su esposa. Como regalo de bodas le ofreció una corona de oro repleta de diamantes y piedras preciosas. A la muerte de Ariadna, Dioniso tomó la corona de su amor y la arrojó al cielo dando origen a la constelación Corona Borealis.

Dioniso nunca dejará de vagar, de andar conociendo, viviendo, afirmando su existencia, y es como recompensa a su vida y hechos en la tierra, que Dioniso es aceptado en el Olimpo. La diosa Hestia le sede su puesto en el Consejo de los doce dioses y le ofrecen también otorgarle el rango de diosa y la inmortalidad a su madre Sémele, fallecida antes de que él pudiera nacer. Dioniso bajó al inframundo, la rescató y le puso un nuevo nombre para no ser reconocida por Hera: Tione, “la ardiente”.

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