Tercer episodio - Encuentro 1/9 (3)


Por Beatriz Piedrabuena

Eramos pocos. Se habló mucho. A diferencia de la marcha convocada para ese día, en la que primó el silencio (¿otra semiótica?); en la que no hubo el borde de la palabra. Tal vez el borde fue el del cuerpo colectivo.

Se habló de lo reactivo en el desarrollo de algunas teorías científicas a las que les cuesta afincarse como válidas; de lo reactivo en las prácticas clínicas en los Centros de Salud (la consulta, el uno por uno) en menoscabo de otras intervenciones posibles.

Algo de lo reactivo es necesario para lentificar las fuerzas activas y poder hacer territorio: un encuadre mínimo en el caso de las prácticas clínicas; un mínimo de representación, un borde, pues las fuerzas activas son poderosas e intentan llegar a lo más que pueden.

Retomando el tema del amor del que se habló en el segundo encuentro, Suely Rolnik coautora junto a Felix Guattari del libro “Micropolítica. Cartografías del Deseo” plantea en el artículo “¿ Una nueva suavidad?” el amor territorializado entre Penélope y Ulises, amor especular y simbiótico y la desterritorialización del amor en las máquinas célibes que no pueden hacer territorio amoroso( algo así como el beso con profiláctico del que se habló en el cuadro de Magritte, un querer a medias que no puede tener consistencia).

Dos extremos, la máquina binaria; la dialéctica que hace de la negación su pricipio teórico y que Nietzsche va a criticar a martillazos.

Rolnik va a plantear a través del film “ Blade Runner” un más allá de los Ulises, las Penélopes y las máquinas célibes: un amor no demasiado humano y no tan demasiado deshumano en el que los campos de intimidad se instauren.

“Lo que no soportamos es que somos un poco Penélopes, un poco Ulises, un poco máquinas célibes, un poco replicantes…y un poco nada más de aquello todo”.

Se necesita dosis, cautela en la combinación de fuerzas pues, al decir de Deleuze, “ cualquier sobredosis es mortífera “.

Para Nietzsche las fuerzas que constituyen todos los cuerpos, fuerzas sensibles y que pueden, devienen y azarosamente van componiendo entre ellas y con las fuerzas del afuera, otras formas, otras maneras de vivir.

Hay momentos en los que captamos este devenir, este movimiento, el sentido de las cosas.

“ Y no había riesgo de gastar ese sentimiento con miedo a perderlo, porque ser era infinito, de un infinito como las olas del mar. Estoy siendo, decía el árbol del jardín. Estoy siendo, dijo el mozo que se acercó. Estoy siendo, dijo el agua verde de la pileta. Estoy siendo, dijo el agua azul del Mediterráneo. Estoy siendo, dijo nuestro mar, verde y traicionero. Estoy siendo, dijo la araña e inmovilizó a la presa con su veneno. Estoy siendo, dijo el chico que se había resbalado en la loza de la pileta y había gritado asustado: mamá! Estoy siendo, dijo la madre que tenía un hijo que se resbalaba en el piso de loza que bordeaba la pileta”. (Clarice Lispector. “Un aprendizaje o el libro de los placeres”).

Las maneras de vivir pueden ser reactivas y Nietzsche planteará una tipología que tiene que ver con la depreciación de la vida en el hombre ( resentimiento, mala conciencia, ideal ascético, la muerte de Dios, el último hombre, el hombre que quiere perecer) y con la depreciación de la vida en la filosofía atravesada por el cristianismo, el judaísmo, el humanismo, la dialéctica. Son las etapas del triunfo del nihilismo.

El último hombre es el que dice: todo es en vano, antes apagarse pasivamente!

En “ Crítica y Clínica” Deleuze toma el cuento de Melville, “ Bartebly, el escribiente”, para trabajar ese “Preferiría no hacerlo” del protagonista.

“Prefiero no” : no una voluntad de nada, sino una nada de voluntad. Pura pasividad paciente, al decir de Blanchot.

Resonancias de este “prefiero no” en una muestra de Arte Visual a la que se refiere Franco Berardi en su libro “ Fenomenología del fin”. Para realizar este trabajo la artista pasó un mes como becaria en una consultora de marketing. Comenzó a poner en práctica métodos de trabajo peculiares. Por momentos se sentaba en su puesto de trabajo, sin hacer nada en toda la jornada. En un video se la ve pasando toda la jornada en un ascensor. Poco a poco se convierte en objeto de rechazo y especulación para sus colegas. Aparentar estar en actividad y navegar en Facebook durante las horas de trabajo, forma parte del comportamiento aceptado. Pero estar sentado en silencio, frente a un escritorio vacío, mirando hacia la pared y sonriendo, amenaza la paz de la comunidad y perturba la concentración de los restantes trabajadores.

“ Dado que el no hacer no tiene un lugar en el orden general de las cosas, se convierte en una amenaza para este orden. Aquí se hace visible la degradante religión del trabajo junto a la inutilidad del trabajo contemporáneo”.

El niño del corto “ Mi amigo Nietzsche “ va más allá del “ leer todo lo que encuentres “ que le plantea la maestra, comienza a pensar de otra manera. Línea de fuga que desterritorializa el orden escolar y compone otro territorio: el niño y su amigo Nietzsche.

Volviendo al último hombre, al hombre que prefiere apagarse pasivamente, es aquí cuando la voluntad de nada se vuelve contra las fuerzas reactivas, niega la vida reactiva e inspira al hombre a destruirse activamente, a destruir su servidumbre, su adhesión a la negación de la multiplicidad y el devenir. Acá se da la transmutación ( no un cambio de valores sino un cambio del elemento del que deriva el valor) y surge el superhombre, lo sobrehumano, cambio de naturaleza del hombre, nueva manera de sentir, de pensar y de vivir. Aliado a la voluntad de poder cuyo imperativo ético es un querer elevado a la enésima potencia.

Nietzsche plantea que el hombre superior no sabe reir, jugar ni danzar. Reir es afirmar la vida y dentro de la vida afirmar hasta el sufrimiento.

Jugar es afirmar el azar y en el azar, la necesidad. 

Danzar es afirmar el devenir y en el devenir, el ser.

Afirmar no es cargar, es aligerar, es crear valores nuevos que sean los de la vida y que hagan de la vida la ligera, la aciva.

Una ética y una política de afirmación de la vida.

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