Las fuerzas del amor, del tiempo y de la guerra


Por Beatriz Piedrabuena

(Segundo episodio - Encuentro 18/8) Para pensar hay que sentirse afectado desde un querer serlo. Porosidad, permeabilidad de un cuerpo que se deja afectar. El afecto, expresión de una potencia. En esta segunda reunión hubo un reir, un contraer el ceño curioseando los cuerpos estéticos-literarios-pictóricos, que se ofrecían a cada grupo. Pluralidad de fuerzas puestas en juego en cada uno de nosotros. La clase como dispositivo tradicional, reactivo, se fisuraba y aparecía otro modo. “Algo tiene que morir para que algo nuevo pueda vivir”, diría Deleuze. Sin embargo en esto nuevo se arrastra algo de lo viejo, repetición y diferencia: un horario, una problemática, un número aproximado de participantes. Plano de organización más leve. Y hablamos de las fuerzas del amor, del tiempo y de la guerra.

“Un Mensaje Imperial”, cuento corto de Franz Kafka, comienza con la descripción de un personaje que abre y cierra el relato: “El Emperador-así dicen- te ha enviado a ti, el solitario, el más miserable de sus súbditos, la sombra que ha huído a la más distante lejanía, microscópica ante el sol imperial ; justamente a ti, el Emperador te ha enviado un mensaje desde su lecho de muerte”. Y luego : “Si ante él ( el mensajero ) se abriera el campo libre, cómo volaría, qué pronto oirías el glorioso sonido de sus puños contra tu puerta”. Y finaliza: “ Pero tú te sientas junto a tu ventana, y te lo imaginas cuando cae la noche”.

Kafka describe en este texto lo que Deleuze-Guattari conceptualizan en “ Mil Meseta” como un agenciamiento despótico. Los agenciamientos son dispositivos colectivos de elementos heterogéneos: modos de vivir, sentir y pensar.

“Así pues el sistema completo comprende: el rostro o el cuerpo paranoico del dios-déspota en el centro significante del templo, los sacerdotes interpretativos, que siempre recargan en el templo el significado en significante; la muchedumbre histérica en el exterior, en círculos compactos y saltando de un círculo a otro….” (Deleuze-Guattari, “Mil Mesetas”).

En el texto se insinúa el amor al déspota del súbdito que espera impasible un mensaje que no ha de llegar.

Ya en el siglo XVI Etiénne de La Boetie escribe un ensayo que titula “Discurso de la servidumbre voluntaria” e invoca varias preguntas: ¿ por qué elegimos ser esclavos o servir al tirano, habiendo nacido libres? ¿ por qué vamos en contra de nuestra naturaleza si no nos otorga ningún beneficio sino que nos rebaja? El Discurso nos interroga por las condiciones en que hemos entregado, vendido, traicionado, olvidado nuestro deseo de libertad.

Spinoza dirá: “Los hombres luchan por su esclavitud como si lucharan por su libertad”. Y podemos entender a la libertad como la acción de mutar.

Estamos compuestos de dos tipos de fuerzas: las fuerzas reactivas que están relacionadas con la conciencia y frenan el movimiento de las fuerzas activas, inconscientes, que buscan ir hasta el final de lo que pueden. Estas fuerzas en relación, no necesitan anular a las otras fuerzas, no necesitan de la negación para afirmarse a sí mismas, como en la dialéctica hegeliana. Para Nietzsche la negación es secundaria a la afirmación: una fuerza que se afirma expresa su afirmación agresivamente.

Los estados modernos, según Nietzsche, son como hormigueros en los que los jefes, los poderosos, son esclavos de la representación del poder: de los halagos, las prebendas, el reconocimiento. Los amos son los Intempestivos, los que crean nuevos valores, los fuertes, los que se alían con la voluntad de poder en el querer hasta la enésima potencia.

En el cuento de Kafka tanto el siervo como el Emperador son hombres reactivos, esclavos. En la figura del Mensajero prevalecen en un primer momento las fuerzas reactivas, de conformismo y adaptación al orden de lo dado; pero en un segundo momento, en ese hombre que avanza raudamente , abriéndose paso entre la multitud y en pos de una empresa imposible de llevar a cabo, se expresan fuerzas activas que intentan llegar hasta el final.

En la pintura “ Los Amantes” de Renee Magritte (1928) pudimos ver las fuerzas que impiden y a la vez favorecen, paradojalmente, el encuentro entre ambos.

En sus clases sobre pintura, recopiladas en el libro: “Pintura. El concepto de Diagrama”, Gilles Deleuze plantea parafraseando a Paul Klee que pintar es “Tornar visible lo invisible”., o sea que el hecho pictórico ocurre detrás de toda ilustración, de toda narración y capta, hace visibles, las fuerzas que se expresan en las cosas.

En el cuadro de Magritte hay dos personas, cuyas cabezas están cubiertas por telas ondeantes, que se besan. Podríamos interpretar, en el sentido nietzscheano, que las telas obstaculizan, interfieren, impiden la calidez de ese beso. Un amor con profiláctico, plantea una integrante del grupo, y podemos pensar en un amor sin contacto entre los cuerpos: ¿signo de época? ¿espresión de un agenciamiento tecnológico en el que los cuerpos son escamoteados?

Arte del desplazamiento de las perspectivas desde Nietzsche: desde un punto de vista las telas en las cabezas, como fuerzas reactivas, parecen inhibir la calidez del beso; desde otro punto de vista esas telas hacen caer rostridades, identidades fijas( son los amantes, cualesquiera sean) lo especular en la pareja, habilitando la extranjería.

Los amantes, cualesquiera sean, al decir de Agamben “el ser que viene, el cualquiera, no es “el ser no importa cuál”, sino el ser tal que, sea cual sea, importa”.

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