Los sones latinoamericanos resuenan en la filosofía

Gustavo Dudamel y la Orquesta Sinfónica “Simón Bolívar” de Venezuela.
Por Alicia Gallegos

Candombe, cosa de negros…Antes y después de la dictadura en Uruguay se destruyen los lugares donde se hacía el candombe. Se borró el sitio de su expresión pero no su vibración. Siempre en el Barrio Sur y en Palermo de Montevideo se realiza, anualmente, la llamada. Todo un pueblo sale a la calle para una fiesta, la fiesta! No es necesario hablar, hay que tocar y tocando descolonizar…

La música como la filosofía  constituyen la cultura de un estar latinoamericano como proceso de descolonización geopolítica. Son nuestras fuerzas, los ritmos, la sangre, los que constituyen movimientos, vibraciones e intensidades que, como tales,  libres y activas pujan con las fuerzas reactivas.  Las fuerzas de la reacción erigen el ser como idea dominante en una secuencia brutal de certezas indubitables . Ejemplos de estas verdades absolutas son: Yo conquisto, luego existo. Yo pienso luego existo. Yo extermino luego existo. El ser es europeo, el latinoamericano no es. En síntesis, la modernidad mezcla las fuerzas del poder: capital, colonialismo y  eurocentrismo en una simbiosis siniestra.

Los sones latinomericanos y el pensamiento americano funcionan en nosotros como cuerpos que vibran y resuenan en la acción. El hombre americano se siente libre cuando dice: yo no quiero ser esto, lo que me quieren imponer sino que lo que quiero es otra cosa. No es un tema individual sino de todos y para hacerlo se necesita la unidad al menos de algunos. Es una trama, un tejido de colores, entre lo macro y lo micro. Un “entre”indescernible de la política mayoritaria o macropolítica y la micropolítica, entendida esta última como formas de vivir o estilos singulares que fisuran y revolucionan lo establecido o la verdad indubitable.

Las distintas formas de colonialismo pasadas o sus actualizaciones vigentes instauran modos de pensar, de sentir que nos llevan a vivir de una determinada manera, consabida como natural, inmodificable y resistente al pensamiento crítico. Recurre, entonces, a todas las formas del pensamiento único: representaciones sociales, religiosas, metafísicas, morales y hasta  científicas como argumentos para la justificación de sus fines. La dominación parte del sujeto cartesiano y el pensamiento latinoamericano de la experiencia del sometimiento pero, no sólo de sus fuerzas dominadas sino, también de moléculas de liberación que nunca se han extinguido y están vivitas y coleando.. ¿Dónde éstas líneas soberanas y rebeldes se tornan evidentes? En los ritmos y en la producción generosa , creadora incesante de nuevos sentidos. América no construye una metafísica del ser sino una experiencia del estar, de lo que ocurre, de lo que sucede en ella, de sus estilos divergentes.

Nuestro verdadero problema no consiste ser alguien en la vida a la manera europea sino que un problema bien planteado para los pueblos americanos radica en la apropiación  y valoración de nuestra cultura que  hoy es la mezcla de una multiplicidad de culturas y la expresión plural de todas ellas.


Quiero hacerles escuchar pequeños universos que echan por tierra el dilema de separar la música europea de la música latinoamericana. Normalmente está instalado que los grandes compositores europeos hacen música universal. No desconocemos que existen movimientos, escuelas, tendencias que responden al tiempo y espacio de una cultura del lugar donde se produce. Quién podría negar la germanidad de un Mozart o de un Wagner.  ¿Fue la motivación consciente o inconsciente de estos músicos que se  planteó un carácter universal? ¿O fue  su música que  afectó diversas sensibilidades a lo largo y a lo ancho de la tierra convirtiéndola en universal?

Vamos a escuchar un candombe de Jaures Lamarque Pons, compositor uruguayo, (1917-1982) en la Suite de ballet según Figari, es la primera obra en donde estas dos músicas comienzan a encontrarse. Si bien permanecen los moldes europeos, al mismo tiempo, son deformados por otra música presente, como los tamboriles. Estrenar esta obra no fue fácil, Lamarque llevó la partitura al SODRE pero allí quedó olvidada. Lauro Ayestarán lo convence de presentarla al Ministerio de Instrucción Pública, que todos los años premiaba las creaciones literarias y musicales. En 1957, obtiene el primer Premio: seiscientos pesos de aquella época «que no alcanzaba ni para pagar al copista de la partitura» (Lauro Ayestarán). Finalmente la Suite se estrena en 1961 y el prestigio ganado lo llena de encargos de músicas para películas y para teatro.

Pensadores latinoamericanos como Enrique Dussel, Rodolfo Kusch, John Cook, Aníbal Quijano,José Carlos Mariátegui, etc. son aquellos desde dónde podemos componer un pensamiento nuevo y liberador aliado con la vida y no con el poder de dominio, un estar siendo y no la pretensión de un ser sin estar. Un estar creativo como el de Ginastera en su Malambo. Escucharemos de él, la Suite Estancia compuesta por cuatro danzas. Elegimos, entre ellas, el Malambo final. Esta obra de un argentino fue ejecutada en grandes teatros del mundo y adquirió un carácter universal.


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