Por Alicia Gallegos
En la instancia de este tercer encuentro entramos en la experiencia de la inmanencia a través del tratamiento que realizó Cecilia de los tres niveles del conocimiento de Baruch Spinoza, ya enviado a ustedes y la proyección de fragmentos de la película de Jean Luc Godard, titulada Homenaje de la lluvia.
¿Qué nos proponemos con estas estrategias de abordaje de temas tan teóricos? Mostrar que en la inmanencia existen varios planos, un plano donde la lluvia deviene de muchas maneras y a través de una multiplicidad de imágenes y los efectos de captura que realiza Godard a través de la organización de un relato. Dicha narración corresponde a la dimensión del sujeto escindido de las imágenes de un tiempo intenso o acontecer de la lluvia.
Recurrimos al auxilio de Rodolfo Kusch, nuestro pensador latinoamericano y argentino, para analizar este fragmento y aportamos cuadernos que pueden consultar para ampliar este análisis. Los operadores conceptuales que figuran en ellos son herramientas para pensar cualquier situación humana o no humana.
Elegimos a Kusch porque resuena con Deleuze y Guattari, Spinoza, Leibniz, Nietzsche, Bergson y otros y sobretodo porque es un pensador que nos orienta para hacernos dueños de nuestro pensamiento y del reencuentro de ese hombre desdoblado, desconstituido y fagocitado por la colonia.
En la película de Godard aparece la historia en relación a la lluvia pero es la historia de Europa. No hay historia sin imperio, no hay historia sin agenciamientos colectivos. Nuestra historia americana está agenciada de ese sincretismo que resulta de la colonización y de una cercanía con la vida y las emociones que nos permite generar otro relato, en comunidad.
Godard, refuerza los aspectos del sujeto, el ser alguien a través de la racionalidad del dominio político, cultural y económico instrumentada por los colonizadores. Sin embargo, si nos dejamos afectar sólo por las imágenes visuales y sonoras sentimos que la naturaleza está antes que el hombre. El fondo irracional que es la naturaleza se derrama en América. El labrador se cobija en la magia, el europeo en la ciencia. América profunda es una muy buena elaboración de lo sagrado y lo profano en el estar siendo de su existencia.
La historia grande tiene que ver con el existir y cómo se lo vive, con el estar siendo, en el suelo que habitamos y en la concurrencia entre el pa´mi y el mundo exterior. Es decir, la cultura es lo que ocurre, lo que acontece, la expresión de su existir en medio del ideal europeo siempre ligado a la identidad del ser.
Todo surge de la relación entre el orden y el caos. Europa lo organiza desde el ser al que hay que arribar y América desde el estar siendo.
Estos opuestos no se binarizan sino que hay mediación e integración en la constitución del sujeto americano, así es posible la construcción del mundo y del hombre en el sentido de una cultura propia.
En Europa el pensamiento está validado por causas, es contradictorio, es verdadero o falso y en Kusch, lo opuesto es dinámico, deviene, produce nuevos sentidos. En esto radica el impulso liberador de América a través de los tiempos y hasta hoy. Son simultáneas, las luces y las sombras, el hedor y la pulcritud, la culpa y la conjura del caos. Europa renunció a esta idea prometedora por su intencionalidad económica, el dominio y el derecho necesario para lograrla.
Nos han impedido dimensionar el tiempo como devenir y como movimiento diría Bergson a través de la instalación de un poder hegemónico y de un derecho que predica la igualdad de oportunidades cuando todos somos diferentes.
Ambos relatos conviven en tiempo y espacio y poder integrarlos nos proporciona un horizonte más humano y sobretodo, político.
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